En las últimas semanas hemos visto cómo la conversación global gira en torno a una reactivación sostenible en los países de América Latina y el mundo. Gobiernos, instituciones privadas y públicas, empresas y sociedad en general han intensificado sus posturas sobre este tema, demandando no solo una reactivación económica, sino también de los temas ambientales y sociales.
A nivel local, esta conversación adquiere un nivel de importancia aún mayor debido al contexto de crisis social en el que Chile estaba inserto desde octubre del año pasado, junto con las manifestaciones del impacto del cambio climático (sequía, escases de energía, etc) que ya se estaban sintiendo en nuestro país desde antes de iniciada la crisis sanitaria.
Es por esto último que nos parece urgente pasar de las palabras a la acción y para eso, es necesario tomar en cuenta estos puntos clave que nos demuestran que la necesidad no solo es urgente y justificable, sino también 100% posible.
1. No hay vuelta a la normalidad
La recuperación no puede darse por la vía de volver a las prácticas tradicionales de producción y consumo. “Normal” ya no funciona y está comprobado que nos lleva por una senda que termina en desastre económico, social, ambiental y de salud.
Si antes de la crisis sanitaria veníamos poniendo parches aquí y allá para llenar las grietas de un modelo económico lineal y no sustentable, ahora las grietas son insalvables y parchar ya no funciona. Volver atrás no solo es inútil sino peligroso.
2. La gran lección del 2020 no es la pandemia, sino la adaptación
Si bien el cambio fue obligado por la crisis sanitaria y llegó sin avisar, es importante reconocer que a través de la adaptación que logramos a los protocolos de trabajo, producción y vida en general que fueron surgiendo a medida que se desarrollaba la crisis del Covid-19, fuimos capaces de innovar, aprender, experimentar y cambiar nuestra forma de pensar y hacer.
De la misma manera podemos utilizar estas habilidades para adaptarnos a nuevas formas, más sustentables, de trabajar, producir y tener una vida mejor. Demostremos que hemos aprendido la lección: somos los seres humanos y nuestras actividades quienes tenemos impacto sobre los ecosistemas, pero eso no significa que debamos parar nuestras actividades, sino modificarlas y adaptarnos para tener un mejor futuro social, económico y ambiental.
3. La palabra clave no es salvataje, sino transformación
A nivel global no son las iniciativas de inversión pública o privada las que van a constituir el motor de la reactivación sostenible, sino las acciones transformadoras de los gobiernos, las empresas y la sociedad en general. Si bien es necesaria la inversión, la clave no es cuánto dinero, sino qué hacer con él y cómo destinarlo. Para ello se necesitan políticas de inversión y mecanismos de financiamiento que actúen de manera equitativa y permitan que la ayuda llegue a quienes necesitan reactivar y fortalecer sus negocios de manera sustentable. No solo los comodities chilenos necesitan reactivarse, sino también las pequeñas y medianas empresas, que juegan un papel tan importante en el desarrollo de nuestro país. Tenemos la oportunidad de desarrollarlas aún más, trayendo no solo beneficios económicos, sino sociales y ambientales.
4. Lo que no se mide, no se puede mejorar
Los mecanismos de financiamiento deberán ir de la mano con procedimientos sólidos, reales y confiables que permitan medir y reportar periódicamente los avances económicos, pero también los sociales y ambientales de cada iniciativa financiada.
Se habla mucho últimamente del incentivo verde como una forma de financiar la recuperación sostenible, pero se habla poco de las metas de sostenibilidad y la forma de medir y reportar esas metas.
5. Una reactivación sostenible es una recuperación resiliente
No podemos seguir atrasando las acciones orientadas a la lucha contra el cambio climático, así como tampoco podemos continuar atrapados en la dicotomía de tener que elegir entre la recuperación económica y la sostenibilidad. Debemos aprender que ambas, combinadas, no solo nos ayudarán a enfrentar las crisis económicas, sociales y ambientales que están sucediendo ahora, sino a resistir, en el largo plazo las sorpresas que nos pueda deparar el futuro. Ya quedó claro que en cualquier momento y sin previo aviso, nuestra forma de vida puede sufrir un vuelco de 180 grados y una economía sustentable nos puede ayudar a resistir mejor los cambios inesperados.
Tenemos una oportunidad única de diseñar y construir, a través de la reactivación sostenible, el futuro que queremos. No podemos desaprovecharla y debemos entender lo más pronto posible que este esfuerzo, como tantos otros que hemos venido haciendo de manera conjunta la sociedad, las instituciones y los gobiernos, debe ser –una vez más– grupal e integrador de todas las acciones posibles que permitan una recuperación global y equitativa de nuestra economía, nuestro entorno y nuestra sociedad.